Nicolas Riofrío_Pedernales_05:2016

©Nicolás Riofrío, (mayo/2016). Pedernales

Ante una propuesta, que nos habla de ‘solidaridad incluyente y desde abajo’ como enfoque sobre la cuestión de la recuperación post-terremoto, en tanto que considera que la (re)-(in)-surrección de la sociedad ‘civil’ es la única que puede resolver la situación crítica de cara al evento natural, en la medida en que nuestras instituciones sencillamente no estuvieron y no están preparadas para prevenir ni afrontar una catástrofe de esta magnitud; es evidente que se trata primero de una mistificación del estado en el planteamiento del problema y luego de una banalización de la sociedad en la solución.

Al estado se lo declara culpable, cosa que si así fuera (quizás en parte, corresponsable en la etapa pre-evento), no implica que no se requiera de una institucionalidad (post-evento) que resuelva las necesidades inmediatas o diferidas de la sociedad a otras escalas además de la local. En cuanto a lo segundo, más allá de las demostraciones de una solidaridad ‘civil’ generalizada como una condición humana, a lo que realmente debemos aspirar, es a la transformación de la realidad socio-espacial y económica de los pueblos damnificados, y para ello no es suficiente fijar como objetivo la ‘continuidad de su vida’ (como se sugiere). Por tanto, hace falta reconocer, al igual que la necesidad de una sociedad crítica, una crítica de la sociedad: si bien generosa y solidaria ante la emergencia en el desastre; pero indiferente, individualizada, apolítica y amnésica frente a nuestras estructuras particulares de injusticia y desigualdad social.

La aspiración de transformación de la realidad espacial y socio-económica de las comunidades asentadas en los poblados damnificados implica ¡cambiar su vida! por tanto, los vecinos afectados son quienes deben asumir ese cambio. ¿Cómo? ¡Produciendo su hábitat! Las instancias públicas (GADs, universidad y estado) están obligadas, más allá de las ‘metodologías internacionales’ a planificar y construir los mecanismos -ensamblados, en diferentes escalas y formas de colaboración horizontal- que posibiliten esa producción social del espacio, para dar una señal concreta de revolución territorial con la gente, en el mediano y largo plazo. Si la sociedad ‘externa’ (profesionales y voluntarios en general) no se articula, su aporte cualitativo sería puntual y se reduciría a muy poco en esta etapa.